(Para las horas infelices de la Dra. Silvia
y el muchacho que quería ser cartero)
(A), que vive con (C) en plan de amigo desde hace diez años, ese que es incondicional y tanta consideración lleva por eso, aún hoy le lava la ropa y si cae todo el cosmos en el error, también lava mis calzones. Unos calzones que de tan gastados y descoloridos dicen por si solos que son de (B). Unos calzones sucios de llevarlos puestos todo el día, calzones mojados seguramente de deseo, manchados de leche que hubo de haber sobrado de ese chorro que entró al interior de (C) desordenando quien sabe cuántos resultados. Los resultados serán llamados (D).
En la analogía, (B) es para (A) lo que (D) es para (C). En mi análisis las cosas son más complejas todavía.
¿Por un error de cálculo (C) hace que (A) lave mis calzones? ¿Y es por una prenda más que (A) hace tanto alboroto? Seguramente no y puedo comprenderlo. Para no condenar de desamorado el cuento por analogía voy a evocar al amor y diré entonces así de forma amable que algo de amor correrá en las venas de (A) hacia la persona de (C). ¡Pobre (A)! ya no lo aman. Aunque lave los calzones mil veces (eso jura C). Pero porqué grita como mujer en apuros! Yo intuyo que le debe arder la cara de odio cuando piensa que (B) está cerca porque estoy seguro también que celebró cuando (B) se alejó. Es que debe estar enamorado todavía de (C) mientras que (C) finge que no lo sabe. (C) no quiere de ningún modo comprender que las cosas no son tan fáciles y no puede todo caernos como mejor querríamos. (A) lo cela, lo fastidia, lo enloquece, lo molesta, lo enerva, lo bientrata, lo colma en un mar de expectativas que (B) no puede saciar. (B) lo ama, lo maltrata, lo cela, lo envenena, lo inmortaliza, lo mata, lo vuelca, lo levanta, lo sacude, lo nombra, lo acalla. (C) se deja hacer y hace lo propio con ambos hasta que (D) haga lo suyo con todos.
Jesús Navarro.
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