sábado, 20 de febrero de 2010

Caja de los truenos

Antes de ver salir el sol te estaré viendo salir de mi vida y ni el sol secará el llanto que te dedico con congoja de niño.
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Las páginas siempre serán del niño venido del mar, del niño-hombre que ha venido a colmarlo todo, hasta el tiempo de mi soledad, hasta mi resurrección de ahora; hasta mi mal de luego, el porvenir, donde dormido lo busqué en los pasillos del sueño y no lo pude ver… hasta este trueno detrás de éste relámpago.
Mi esfuerzo de no saltar al pasado, duele en mi cabeza su nombre.
Letra por letra de mi silencio lo llama. Él no regresa.
Ojala esté muy cómodo dondequiera que esté.
No creo que pueda huir tan lejos, que pueda esconderse tan debajo de la tierra
o que no vuelva a verme nunca por propia voluntad. Que seguimos ligados aún sin vernos y sin tratarnos nos entendemos.
Que sigo amándolo muerto, en esta muerte improvisada.
Que porque todavía lo amo lo sigue llorando mi obstinado grito enmudecido de dolor.
Jamás pensé que aquel al que paseé por mi pueblo me sacudiría hasta los huesos y haría luego de mi esqueleto polvo que soplaría el viento.
No creo que pueda el amor traerme olvido, no se olvida lo que se quiso tanto
ni tampoco aquello tan temido.
Buenos Aires no tiene mar, el mar que a él lo enamora y a mi me envenena.
Para permanecer juntos tendremos que cerrar los ojos y juntos soñar con aquello que queremos.
Mar del Plata que es lo que él quiere queda lejos.
Buenos Aires no tiene mar y mis mares no le alcanzan.
He conseguido navegar más de lo que
había pensado en primera instancia
y menos de lo que había soñado.
Lo encontré en el plenario de todas mis heridas.
Mi centro era una usina de desesperación.
Los cuentos que escribía con mi sangre no hablaban sino de pena y de dolor.
Las calles del norte parecían madamas de mi prostitución.
Me llaman Jesús, Jesús de Dios.
“Generalmente ando distraído, soñando, respondiendo a mis preguntas, algunas tan complicadas”.

Los que juran mienten

De andar pidiendo tu cariño
me hice al fin un pordiosero.
Soportando caer en cada intento,
bebiéndome la sal del mar en cada enero.
La última curva fue antenoche,
cuando preso del insomnio,
lloré tu nombre en mis adentros.
Te prometí mil vidas
y no pude darte una
y cuando escribí poesías
antes de llegar hasta tu almohada,
las había repartido en las esquinas.
Te negué la paz con esos nombres
que mis labios no dijeron.
Te juré que Dios estaba con nosotros,
pero los que juran mienten,
corazón has de saberlo.
No ha sido con maldad cariño
que éste que te amó
dejó de hacerlo.

Deseo

Ojalá pronto despierte y tenga la certeza
de que todavía es temprano.
Ojalá pronto conozca la verdad de esta armazón
que me confunde en el rulo de un camino,
que pueda sentirme optimista,
Que sepa saberme a salvo.

Lerma y Malabia

Como si aquel empedrado de cinco esquinas
tuviera que decirme algo.
Así, cayendo los días en el calendario,
van, adoquín sobre adoquín
a conquistarnos.
La soledad de Lerma es tierna,
cuando se cruza con Malabia
y el silencio habla.

Sanación

Cerré los ojos y pude ver a mi costado derecho deshacerse un cáncer remolón e inquieto. Lo miré a los ojos. - Pobre diablo!, pretendía el muy pequeño enfrentarse a mi grandeza. Lo anulé. Superpuse sobre él, en mi memoria, el rostro de mi seres muy queridos. Lloró él y lloré yo, más mis lagrimas limpiaron el camino que él seguía.

Mi cuerpo reposa sobre poemas viejos que nunca terminé de escribir. Tal vez, solo tal vez, esta noche se concluya el más hermoso de mis sueños y lo firme el nombre de Jesús y lo lloren mis amigos.

Sagrado corazón de Jesús, que en mi pecho late; en vos confío.

viernes, 19 de febrero de 2010

Morizze y el cuerpo

cuerpo... body... lichaam... corps... corpo... Körper

Cuerpos!
renegó Morizze dejando caer el suyo al costado de la mujer que había estado debajo de él un momento antes.
Cuerpos! y la palabra resonó dentro de ella como el eco de una voz dentro de una cava vacía.
La sacudió. La dió contra el piso para ver si reaccionaba....
La mujer no se movió.
Permaneció impávida asombrada por el rapto del hombre.
La piel cubriendo los huesos y la sangre contuvieron el miedo del alma que espera, pero no musitó ni una sola palabra. La mujer nunca dijo nada.
Sus senos como flores en el viento se soltaron del tronco. Sus brazos y sus piernas se soltaron también. Salió el amor horrible del cuerpo. Salió el alma volando sin ser vista. Morizze renegó. -Solo veo cuerpos. Y pereció renegando para él y repetía:
- Cuerpos!.

martes, 9 de febrero de 2010

Dolor

El perfume del dolor de tus heridas
recuerda el camino de tu nombre,
parecido al camino que anduvimos,
tierra fértil de dolor y desencuentro,
parecido al amor que profesamos
cuando amamos antes de ser estas que somos.
El perfume irrepetible del recuerdo,
revive los instantes que quedaron
como hojas vencidas del otoño.
A madera y a ganas huele
este infierno de tu cuerpo.
A terror y a nada, mi deseo.