Cerré los ojos y pude ver a mi costado derecho deshacerse un cáncer remolón e inquieto. Lo miré a los ojos. - Pobre diablo!, pretendía el muy pequeño enfrentarse a mi grandeza. Lo anulé. Superpuse sobre él, en mi memoria, el rostro de mi seres muy queridos. Lloró él y lloré yo, más mis lagrimas limpiaron el camino que él seguía.
Mi cuerpo reposa sobre poemas viejos que nunca terminé de escribir. Tal vez, solo tal vez, esta noche se concluya el más hermoso de mis sueños y lo firme el nombre de Jesús y lo lloren mis amigos.
Sagrado corazón de Jesús, que en mi pecho late; en vos confío.
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