Oigo el ruido de mis rotas cadenas.
Lejos ya en el tiempo,
pero íntimo en mi corazón,
los caminos polvorientos de mi pueblo
se sacuden todavía.
Libertad, libertad, libertad.
Poder decir que sí y decir también que no,
cuando es suficiente y cuando es innecesario.
Poder dormir mullidamente en una cama prestada,
poder dejar caer el agua sobre mí,
en una lluvia que no es mía.
Libertad la de Neftalí antes de ser el que fue
en aquella isla negra;
libertdad la de Federico en aquella balacera
y la lengua muerta,
y los sueños de esos ojos muertos,
y las letras de esas manos prodigiosas,
vivas para siempre,
vivas entre tanto muerto,
vivas las letras de Federico
como un grito de libertad.
Libertad, libertad, libertad.
Jesús Navarro
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