De andar pidiendo tu cariño
me hice al fin un pordiosero.
Soportando caer en cada intento,
bebiéndome la sal del mar en cada enero.
La última curva fue antenoche,
cuando preso del insomnio,
lloré tu nombre en mis adentros.
Te prometí mil vidas
y no pude darte una
y cuando escribí poesías
antes de llegar hasta tu almohada,
las había repartido en las esquinas.
Te negué la paz con esos nombres
que mis labios no dijeron.
Te juré que Dios estaba con nosotros,
pero los que juran mienten,
corazón has de saberlo.
No ha sido con maldad cariño
que éste que te amó
dejó de hacerlo.
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