Sorda tarde,
fría y de sol en el otoño nuevo.
Muda palidez del gris del cielo,
ciega libertad;
aturdida decisión que me dispara hasta el infierno.
Nada me salva hoy de mi boca corrupta ni de mis ojos en celo.
Nada me rescata de los vicios eternos
mientras los vivos sepultan mis difuntos anhelos.
¿Qué es esta prosa que me roba el pensamiento?
¿Qué es esta prosa que se acrece en mi garganta
viajando a Buenos aires para vender unos besos?
¿Vende el alma acaso lo que siente,
o inventan el que vende y el que compra, que se vende?
Fatigada soledad del mundo mío,
vive siempre en invierno
aunque el calendario le señale primaveras.
Más, recuerda casi siempre como era,
la juventud de aquel que he sido.
Santa tarde que me queda lejos
y utiliza el llanto de ese cielo como espejo.
Muda y ciega y sorda,
zozobra de mi sueño de purrete,
levanta el flamear de la poesía
que en esta tarde vencida de hojas secas,
alguien oye y guarda tu tristeza para siempre.
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