Qué suerte he tenido de nacer,
porque pude convertir los vidrios rotos en vitraux.
Qué suerte la mía en mis calles de tierra
porque hoy guardo como un tesoro
aquel aroma que no hay en la ciudad.
Qué perfecta mi pobreza
Qué bendita aquella sensación del hambre,
que magnifica la vida que me condujo
a fuerza de tropiezos a este mismo punto de clemencia.
Qué suerte he tenido de nacer al norte
para buscar el sur y encontrar un tango.
Qué suerte mis limones amarillos.
Qué suerte mi siesta promiscua con los primos,
que suerte la voz que me pronuncia puto
"nombre de niña en su almohada",
-diría Lorca-.
Qué suerte he tenido de nacer.
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